viernes, 31 de octubre de 2014

Género de terror: Radix malorum est cupiditas

Radix malorum est cupiditas

La mirada que sentía en su espalda era bastante más fuerte que el whisky que bebía. Volteó al tiempo que dejaba su bebida y se encontró los ojos de una chica increíblemente… Era… No podría describirla porque sencillamente no podía enfocarse en nada más que en ella, como si se le hubiera secado el cerebro.

Se levantó y fue directamente hacia allá para sentarse a su lado.

–¿Qué tal, preciosa?

Ella, haciéndose esperar, tomó dramáticamente su copa y bebió del martini.

–Sería más rápido si sólo dices que te quieres acostar conmigo –dijo la pelirroja con voz seductora y mirada lasciva, inclinándose para dejarle disfrutar el panorama que se le presentaba.

–Eso… pues… entonces… ¿vamos? –se mostró rascó la cabeza, confundido–. Hay un lugar no muy lejos de aquí…

–Te sigo –sonrió pícara y divertida. Terminó su trago.

La chica lo desconcertaba pero era la libido lo que lo impulsaba a caminar. Después de todo, su lugar preferido quedaba ahí cerca: una vieja y enorme casona de piedra que parecía más un castillo, pero no descuidada, tétrica, ni destartalada como lo hubiera sido cualquier propiedad abandonada e ideal para chicas de una noche.

–¿Aquí? –preguntó ella, sin disimular su inquietud.

Asintió. No comprendía porque se mostraba recelosa si no terminaban aún de rodear la arboleda, así que ella no podía ver siquiera la fachada entera del edificio.

Al pie de la escalera, también de piedra, ella tomó la delantera. Hasta entonces no había notado su vestido beige, que realzaba su cabellera rojiza.

Una vez dentro ilícitamente, dio unas vueltas sobre sí misma con los brazos extendidos queriendo rozar el alto techo, pareciendo una bailarina de ballet. Le hizo una señal con el dedo para que se acercara y se acomodó al suelo, provocando que él ardiera en deseos al verla ahí, en medio de la gran sala de paredes pétreas, como la meretriz que era.

Apunto de comenzar su tarea, oyó un ulular detrás de él. Se fijó en el animal con los grandes ojos atentamente puestos en ellos: un búho. Voló y fue a posarse detrás de la atemorizada chica. De nuevo alzó vuelo y fue directo a él hasta casi estrellarse con su cara. Ridículo, pero le pareció que estaba enojado.

“Aléjate. Aléjate.” Imaginó que le decía con su mirada intimidatoria.

De repente oscureció y la criatura se lanzó en picada, apuntando sus garras a la cara de ella, provocando que gritara despavorida. Aturdido, presenció cómo trató de levantarse rápido luego tropezó con su vestido. Lentamente, más búhos llegaban revoloteando a posarse en distintos lugares y alturas, abriendo sus picos, como un coro. El lugar retumbaba por tal cacofonía, la que fue volviéndose imperceptiblemente una sola voz.

“Mors. Succŭbus.”

El búho picaba incesantemente al son de los gritos. Ella pataleaba y manoteaba, pareciera que estaba encadenada al suelo.

“Mors. Succŭbus.”

Su rostro se volvía de a poco una masa sanguinolenta. El líquido se mezclaba con su cabellera, apenas notándose la diferencia.

“Mors. Succŭbus.”

De un salto y con las manos en la cara, huyó de la casona, corriendo con la desesperación en cada fibra de su ser.

Él no quería moverse pues temía que cualquier acción delataría su presencia y él sería el siguiente. Sigilosamente trató de llegar a donde había entrado. Falló.

El agresor, que simplemente había estado quieto cuando su víctima se largó, giró su cabeza y lo penetró con la mirada fría de sus grandes ojos. De nuevo se le aproximó volando y haciendo círculos en el aire.

“Aléjate. Aléjate.” Esta vez ya no estaba tan seguro de que fuera producto de su imaginación. Estaba petrificado. Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, la fiera se le abalanzó y terminó estrellándose con el vitral, saliendo en una explosión multicolor. A través del boquete distinguió un rojo intenso precedido de un color avellana revolviéndose por uno de los árboles del lugar.

Salió disparado en su ayuda. Fuera, agradeció que el sol hubiera esperado un poco más, ya para enterarse que sucedía con ellos o cualquier otra cosa. No estaba tan oscuro como estuviera adentro hace unos segundos, pero tampoco tan claro como antes de entrar. ¿Cuánto tiempo estuvieron ahí?

Se acercó. No estaba preparado para lo que iba a ver.

–¡Espera…! –ni siquiera su nombre sabía– ¡Déjame verte! ¿Cómo estás?

–Radiante –bajó sus brazos ensangrentados, su rostro estaba sonriente e igual de bello que cuando lo vio por primera vez–. ¿Continuamos donde nos quedamos? –se quitó una pluma del pelo. Tenía varias más.

No supo cómo ni cuándo pero se sorprendió copulando con la chica. A cada movimiento se sentía cada vez más cansado, sin energías. En un grito de placer, reveló sus ojos serpentinos y sus colmillos alargados. Cuando comenzó a reír histérica, sacó a relucir su cola y desplegó sus alas de murciélago, rasgando el vestido a tal punto que quedó hecho meros jirones. Sintió el cosquilleo de su pelo en la mejilla, en la nariz. Su cara quedaba justo sobre la de él. Demasiado tarde, en las postrimerías de su vida, comprendió lo que intentó advertirle aquella ave. Estaba exhausto. Ella se inclinó sobre él un poco más y, jadeando, le susurró al oído: “C’est fini, monsieur.”

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Agradecimiento especial a Meli, de Lee.Sueña.Vuela, porque gracias al concurso de microrrelatos organizado en su blog pude desbloquearme al fin y escribir algo que podría considerarse terror (la intención es lo que vale).

6 comentarios:

  1. Las cosas que pasan por dejarse llevar por el cuerpo y olvidar atender lo que nos rodea!
    Muy buen relato.
    Ya te sigo!

    Saludos!

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  2. Muy bueno. Cuando creí que todo estaría bien el muchacho terco me sorprende y se vuelve a meter en la boca del lobo. Felicitaciones :)

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  3. Me gusta el giro, al final confía en quien no debía. La descripción de búho engaña también al lector.

    Un saludo!

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  4. Es muy buen relato, más que merecido que hayas sido uno de los ganadores del concurso!

    Un abrazo

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  5. Has tomado una leyenda muy antigua y has creado una historia realmente aterradora y nueva.
    Excelente
    Saludos

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  6. Buena historia, escrita con buen ritmo. Y no me imagine que los los búhos querían salvarlo ahora entiendo porque no lo atacaron. Saludos

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